27/6/2023

En 2022, los dos circuitos más importantes del golf a nivel mundial, el PGA Tour norteamericano y el DP World Tour (antes conocido como European Tour), enfrentaron algo novedoso que, además, pareciera haberles resultado muy incómodo: un entrante inyectó competencia en el mercado del golf profesional.

Históricamente, la oferta de campeonatos de golf de máximo nivel se ha repartido territorialmente: de las tres organizaciones más conocidas, el PGA Tour administra los eventos organizados en Estados Unidos; el DP World Tour los desarrollados en Europa y el Asian Tour, como su nombre lo indica, los jugados en Asia.

Entre esos tours no existe un traslape relevante de actividades y, partiendo de esa base, mantienen relaciones amistosas y de cooperación, formando todos parte del sistema de ranking mundial de golf (Official World Golf Ranking, OWGR).

Lo anterior se puede explicar porque el golf es una actividad deportiva muy tradicional, que se ha entendido a sí misma como ajena a las lógicas de la rivalidad inter-marcas (sólo promueve la competencia entre jugadores, no entre organizaciones).

La irrupción de LIV Golf, de propiedad del Public Investment Fund (PIF) de Arabia Saudita, vino a revolucionar ese statu quo. Con un presupuesto prácticamente ilimitado, LIV se propuso competir de forma directa con, principalmente, el PGA Tour y el DP World Tour; tanto territorialmente, organizando eventos en Estados Unidos, Europa y Medio Oriente, como por la preferencia de los jugadores. LIV innovó en el formato de juego, estructurando una competencia por equipos en paralelo a la competencia individual, además de reducir el número de eventos (pero aumentando sustancialmente los premios otorgados en cada uno de ellos), disminuyendo el número de rondas por campeonato de cuatro a tres, y eliminando los cortes de jugadores a medio campeonato, asegurando así que todos los golfistas miembros del tour tendrán presencia hasta el final de cada evento. LIV también flexibilizó ciertas normas de comportamiento, tanto respecto de los jugadores (autorizándolos, por ejemplo, a utilizar shorts en vez de pantalones durante las competencias) como del público (permitiendo que exista ruido ambiente y música, en vez del silencio que suele reinar en las competencias de sus rivales; el lema de LIV es, de hecho, “Golf, but louder”).

Como lo manda la teoría, la competencia fue efectiva: atraídos por los premios multimillonarios y un calendario menos exigente, múltiples jugadores de alto nivel optaron por pasar a formar parte de LIV, incluyendo a los ex números uno del mundo Dustin Johnson y Bruce Koepka; a ganadores de majors como Phil Mickelson y Cameron Smith; y a los chilenos Joaquín Niemann y Guillermo Pereira.

La existencia de esta presión competitiva también generó una reacción acorde en el PGA Tour, que vio la necesidad de, por primera vez en años, realizar cambios sustanciales en su esquema de competencias, entre ellos, un aumento significativo de los premios de ocho de sus torneos más prestigiosos y la creación de tres nuevos eventos sin corte de jugadores y con un número de participantes reducido, tal como ocurre en los eventos de LIV.

Sin embargo, el PGA Tour no sólo optó por competir en las canchas de golf, sino que también habría realizado acciones con un objetivo exclusorio, intentando un boicot contra LIV. Según un grupo de jugadores y el propio LIV, que presentaron demandas por monopolización en contra del PGA Tour, éste habría buscado desincentivar a sus miembros de formar parte de LIV, expulsando a aquellos que jugaran los campeonatos de este último y, en definitiva, impidiéndoles el acceso a los campeonatos controlados por el primero. En paralelo, y por la misma razón, en julio de 2022 se confirmó que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DOJ) estaba investigando al PGA Tour por posibles violaciones a la libre competencia. Cabe señalar que el PGA Tour negó las acusaciones y, de hecho, presentó su propia demanda en contra de LIV.

Por su parte, el OWGR, en cuyo directorio el PGA Tour está presente, se negaba a incorporar los eventos LIV dentro del ranking, por no cumplir con sus estándares. Esto había generado un desincentivo adicional: de jugar únicamente en el LIV, los jugadores no podrían acumular puntos para el mencionado ranking. Se trata de un aspecto de máxima importancia para los deportistas, pues los torneos más importantes del mundo, como el British Open, el US Open y el Masters de Augusta, tienen un sistema de admisión basado en el ranking mundial.

Pero de la máxima rivalidad a la cooperación a veces hay sólo un paso. El pasado 6 de junio, el PGA Tour, DP World Tour y LIV anunciaron algo sorprendente: tras semanas de secretas negociaciones, las tres partes llegaron a un principio de acuerdo para poner fin a los litigios pendientes y coordinar sus operaciones bajo el alero de una nueva entidad global, con fines de lucro, que las reunirá. En palabras simples, un principio de acuerdo para poner término a la competencia y a la verdadera “guerra de premios” (en vez de precios) que ésta había desatado, reemplazándola por una cooperación estrecha que, es dable suponer, moderará la velocidad y magnitud de los cambios que estaba provocando la intensa rivalidad entre los distintos tours.

Como era de esperar, inmediatamente se levantaron voces críticas contra el principio de acuerdo: la senadora Elizabeth Warren y el senador Ron Wyden afirmaron en una carta dirigida a Jonathan Kanter, el jefe antitrust del DOJ, que el acuerdo no sólo implicaba hacerse cómplice de un régimen que viola sistemáticamente los derechos humanos, como es el Reino de Arabia Saudita, sino que también pasa por alto que éste “parece tener efectos adversos sustanciales en la competencia, violando varias normas del derecho de libre competencia estadounidense, sin importar si se estructura como fusión o como joint venture”. Warren y Wyden pidieron al DOJ actuar en consecuencia e investigar a fondo el principio de acuerdo. Y el DOJ actuó en consecuencia: recientemente se confirmó que esa autoridad de competencia estaba investigando el acuerdo y sus potenciales efectos anticompetitivos.

Desde un punto de vista del derecho de la competencia, este caso levanta varios puntos o preguntas de interés. A continuación, se mencionan dos.

Primero, si acaso este acuerdo es constitutivo de una operación de concentración que deba ser notificada preventivamente ante las autoridades de Estados Unidos y la Unión Europea. El PGA Tour ha sido especialmente cuidadoso de no caracterizar el acuerdo como una fusión; es de suponer que preferirían evitar un escenario de notificación obligatoria. Sin embargo, y aunque la información aún es escasa, todo parece indicar que la nueva entidad que los tres circuitos pretenden formar sería un joint venture con independencia funcional, cuya existencia sería distinta a la de sus creadores; y, por lo tanto, catalogable como una operación de concentración. En tal caso, de superarse los umbrales correspondientes, la notificación previa podría ser obligatoria (las reglas de notificación de operaciones de concentración son diferentes para los Estados Unidos y para la Unión Europea). Todo dependerá, en todo caso, de la estructura final del acuerdo, la que aún se desconoce.

Y, segundo, incluso si el acuerdo no fuera calificable como una operación de concentración, de todos modos, sería un acuerdo horizontal entre competidores que, a priori, podría generar efectos anticompetitivos. Las semejanzas de este acuerdo con un escenario clásico de colusión como solución a una guerra de precios son evidentes: pareciera que sólo se diferencian en el hecho de que el acuerdo del PGA Tour, DP World Tour y LIV no es secreto o clandestino, a diferencia de la opacidad que rodea habitualmente a las colusiones. Así, de partir investigando al PGA Tour por un supuesto intento de monopolización (o, en el lenguaje europeo, de abuso de posición dominante con efectos exclusorios), el DOJ terminó investigando un acuerdo entre competidores que podría provocar el efecto de reducir (sino derechamente eliminar) la competencia en el mercado del golf profesional.

La paz firmada por el PGA Tour, DP World Tour y LIV está lejos de ser un tema resuelto. En cualquier caso, habrá que esperar a que se jueguen los 18 hoyos de una cancha que se advierte muy complicada para sus protagonistas.

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