6/8/2015

El mundo de los abogados ha sido desde siempre uno integrado y manejado preferentemente por hombres. Hace treinta años era más bien raro encontrar una mujer dentro de instituciones formadas por abogados. Hoy el tema presenta leves mejoras, pero de ninguna manera suficientes ni satisfactorias. Estamos violentamente atrás en esta inclusión, si nos comparamos con cualquier país relativamente desarrollado.Veamos. La Corte Suprema, nuestra máxima instancia judicial, cuenta con veintiún miembros, de los cuales sólo cinco son mujeres. Desconozco si es que el máximo tribunal cuenta con alguna política sobre género y no discriminación, pero parece claro que no existen impedimentos para avanzar en esta materia. En las Cortes de Apelaciones las cosas son un poco mejores, pero muy lejos aún de los niveles deseables. En tribunales civiles, criminales, de menores o laborales, no se cuenta con información suficiente, además de presentarse importantes diferencias entre ellos.El Colegio de Abogados, entidad gremial que representa a una buena parte de los abogados, cuenta con diecinueve consejeros, de los cuales sólo dos son mujeres. Uno podría especular sobre que se trata de un órgano que es elegido por los colegiados, la mayoría de los cuales son hombres, pero la verdad es que haciendo cuenta de elecciones pasadas y en sus listas, en general son escasos los cupos para las mujeres, y cuando los hay, raramente son electas (salvo por razones políticas). Tampoco se conoce si el colegio del gremio cuenta con políticas de género, que por ejemplo garanticen o promuevan cupos en las elecciones.No es extraño, por lo mismo, que se haya creado el año 2011 la Asociación de Abogadas de Chile, que aboga por el respeto a la dignidad y derechos de las mujeres, así como por su inclusión en las instituciones que contratan abogados.En el caso de los estudios de abogados, si se analizan sólo los veinte más grandes, tenemos una muestra de más mil abogados, trabajando en los estudios más modernos y sofisticados del país. Pero el número de mujeres socias en estos estudios es inferior al 6%. Y el porcentaje de participación femenina global alcanza en promedio sólo un 32%. Existe además una triste y penosa realidad en este particular mercado, que se presenta también a nivel internacional. Y ella es la muy frecuente masculinización de las mujeres que quieren dar la lucha interna por crecer, renunciando muchas veces hasta a la maternidad o al matrimonio.La guinda de la torta en este mercado, son los muchos estudios de abogados donde simplemente no se contratan mujeres, por decisión expresa de sus regentes. El segundo nivel de exclusión flagrante, son aquellos lugares donde se contratan unas pocas mujeres y se las relega a responsabilidades menores.En el sector público las cosas no parecen cambiar demasiado, observándose una enorme preeminencia de hombres versus sus pares mujeres, particularmente en cargos de relevancia o dirección. Aquí el tema puede ser inclusive más complicado, pues el Estado debería ser el principal promotor de la inclusión femenina efectiva, y pareciera ser que simplemente repite los patrones privados.Ahora, no importando el sector que se analice, la impresión parece ser que quienes contratan abogados tienen una marcada tendencia a preferir hombres frente a las mujeres, y que ello se agudiza cuando se trata de la determinación de ascensos. Las razones que se dan (no públicamente, por cierto) para no contratar mujeres son dolorosas y las mismas de siempre. Algunos pocos aún consideran que la mujer debería estar en la casa, cuidando a los niños (olvidando criterios básicos de corresponsabilidad propios de una sociedad que aspira a ser contemporánea); se acusa a las mujeres de complicadas, y de crear conflictos en las instituciones; se teme que la mujer no logre alcanzar el desempeño de los hombres, su agresividad o supuesta determinación; se considera como un demérito el que las mujeres exijan un equilibrio que responda a la valoración de su vida personal, lo que termina en la acusación (falsa) de que las mujeres trabajan menos; se teme de una manera incomprensible al fuero maternal, lo que determina que contratar mujeres jóvenes sea considerado un “mal negocio”.Y las razones que se esgrimen son erróneas, vagas y profundamente anticuadas. Son fruto de la misma conversación que los hombres hemos estado teniendo con nosotros mismos durante centenios. Como lo muestran variados estudios internacionales, públicos y privados que he tenido la oportunidad de revisar, es un hecho el que las instituciones funcionan mejor, con más armonía y mejores resultados, cuando se incrementa en ellas la participación femenina.No está demás comentar aquí uno de los símbolos de la discriminación arbitraria en la contratación y retención de mujeres en el mundo legal chileno. Durante un largo tiempo fue tremendamente habitual, y aún hoy persiste un insólito comentario para alabar el trabajo de una mujer. Se le dice: “trabajas como un hombre”. Esto, además de ser una enorme e injusta agresión, despoja a las mujeres de su muy bien ganada reputación profesional, pero especialmente representa todo un continente de obstáculos para que las mujeres sigan avanzando en la profesión. Y resulta particularmente paradójico en un mundo –el legal es parte de él- en que se valora cada vez más el rol de virtudes (mal) consideradas históricamente como femeninas: la intuición, la empatía, la capacidad de prevenir conflictos, la colaboración, entre otros.El tema puede y debe abordarse desde múltiples perspectivas, pero lo central es que parece haber un diagnóstico ya procesado por la comunidad para igualar las oportunidades y condiciones de trabajo de las mujeres. Lo escuchamos en la radio, en la televisión, y en paneles de todo tipo. Pero ello no ha ocurrido para nada en el mundo legal. Y uno de los principales factores de este retraso en nuestra sociedad somos los mismos hombres. Desde dos perspectivas. La primera, ya comentada, es la injusta y prejuiciada apreciación que se hace de las mujeres y de su trabajo, que no es otra cosa que una especie de machismo pseudo ilustrado. Pero, igualmente importante, es que necesitamos educar a los hombres no sólo para que entiendan más allá de sus pequeños reductos, sino además para que pierdan sus temores y promuevan esta integración como algo fundamental y de un valor enorme para sus instituciones.La pérdida de la visión femenina, ya sea en un juicio, en un contrato, en una negociación, o simplemente participando de decisiones y de la vida de una institución de abogados, representa un enorme empobrecimiento para las instituciones. Básicamente porque están funcionando bajo estándares, apreciaciones e intuiciones que sólo -o principalmente- se contrastan con las de los propios hombres. Un equilibrio entre las visiones y apreciaciones de hombres y mujeres, que parece ser la cosa más evidente del mundo, sigue brutalmente al debe, y eso afecta no sólo al trato justo y digno que merecen tanto las mujeres como los hombres, sino que también afecta la calidad, desempeño y resultados de las instituciones y de quienes las dirigen.Hay mujeres. Hay muchas mujeres brillantes y capacitadas. Y nosotros los hombres debemos ponernos al día y recibirlas con los brazos abiertos, para trabajar juntos y en armonía, reconociéndonos como pares y compartiendo las valiosas diferencias entre géneros. Y sin miedo, que a mi juicio parece ser lo que principalmente mueve a los hombres en sus relaciones laborales con las mujeres en el mundo legal, y levantando el importante bloqueo que se les ha impuesto históricamente, el que permanece más o menos intacto en las instituciones y en nuestros corazones temerosamente viriles.Rodrigo Ferrada, Embajador de Hay Mujeres, agosto 2015.

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